domingo, 27 de abril de 2008

Curioso, ¿no?


Sé que es una pavada lo que voy a decir, pero ruego me sea permitido.
¡Qué curioso! La mierda envejece.
Yo pensé que la mierda se (bio)degradaba hasta formar parte de la tierra o del agua de ríos y mares y los microorganismos etc.
Mi sorpresa, al encontrar la segunda foto en El País, de España, es que el verbo envejecer se puede aplicar a la mierda, cosa que mi dudosa erudición no tenía en cuenta.
Tal vez sea porque existen muchos ejemplares cerca que acompañan nuestro propio envejecimiento no nos damos cuenta. Pero, en fin, la mierda envejece, señores...

sábado, 12 de abril de 2008

De cómo la fe nos defiende de los males


El sentimiento religioso, o como se llame técnicamente, es tan antiguo quizás como la humanidad. El asombro ante la naturaleza, previsible en la salida del sol, en la rotación de las estaciones, azarosa en las tormentas, inundaciones o en un súbito cambio de temperatura propuso a los incipientes hombres la tarea de tratar de intervenir en su transcurso. Advertirse limitados implicó la certeza de que convertirse en dioses no es cosa fácil; entonces hubo héroes y a los más le quedó como consuelo el conseguir el favor de las fuerzas que gobiernan el mundo.

Hoy, carradas de astrólogos de toda laya, gurús, ignacios y demás tratan sino de obtener ese favor, al menos de convencernos de que lo obtenemos. Como la responsabilidad no es de terceros, convengamos que muchos evitamos pasar por debajo de las escaleras, los gatos negros, decir la palabra cáncer y andamos por la vida aferrados a distintos amuletos, medallitas y pequeñas actitudes seudocabalísticas.

La Beti era una adolescente de buena madera, cursaba la secundaria en la Cristo Rey y se debatía, como muchos otros, entre la fe en la medalla y la fe en algún principio superior que buscaba. Como muchos otros chicos, participaba de grupos religiosos. Era servicial, candorosa, pero práctica y directa.

Un día le encargaron una misión, organizar un grupito infantil en barrio Amelong. Como todos saben, Amelong estaba tan separado del cuerpo de la ciudad que casi era un pueblito cercano. Se llegaba por el Chapuy o por la prolongación de tierra de Acevedo. Los más avezados conocían la calleja que estiraba a Santiago del Estero hasta allí, donde años atrás dejábamos los tramperos para cazar algún jilguero y, con demasiada suerte, un corbatita.

Asumió su misión sin chistar, el camino era largo, más de media hora en bici, pensaba, encima hay perros que te corren. Pero la Beti confiaba en la virgen. Si le habían enseñado que la iba a defender de todo, que podía hacerse mujer tranquila, ella con su manto la protegía…

Así que un día a la semana, ponía una virgen de más de medio metro de la inmaculada concepción en el canastito de la bici, la biblia, el rosario al cuello, el pelo recogido y a la aventura. Enseñar a rezar y, en el fondo, que su aventura de fe, camino neblinoso, valía la pena.

Hasta que llegó la prueba. Una tarde calurosa, mientras pedaleaba y se hacía una decenita del rosario creyó advertir un movimiento raro al lado del solitario camino. Un borracho, un borrachín de los que hacen siesta en las cunetas. Uno que vio venir a la Beti como caída del cielo. Altos yuyales laterales eran refugios perfectos. Cuencas rojizas se humedecían de estupor. Lo suficiente para pararse y enfilar hacia la bici.

La Beti, congelada, lo vio unos metros antes, pero no frenó la bici, no pudo. Con el avemaría atragantado quiso encomendarse a la virgen mientras el borracho ponía sus manos en el manubrio. Lo hizo mientras esquivaba como podía los manotazos.

Súbitamente miró el mantelito blanco que cubría a la virgen, la agarró del cuello y blandiéndola como Juana de Arco azotó la lasciva cabeza del borracho una y otra vez. Más sorprendido que estropeado, el tipo soltó la bici para cubrirse de los feroces virgenazos de la Beti, encogiéndose como bestia malherida.

La Beti levantó la bici, acomodó sus cosas, besó el manto de la virgen y siguió tan asustada como feliz de comprobar para sí que nada había fallado.

domingo, 6 de abril de 2008

Americanos


Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos?

¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos?

Lo escucharon los peregrinos del Mayflower: Dios decía que América era la Tierra Prometida. Los que allí vivían, ¿eran sordos?

Después, los nietos de aquellos peregrinos del norte se apoderaron del nombre y de todo lo demás. Ahora, americanos son ellos. Los que vivimos en las otras Américas, ¿qué somos?

del nuevo libro de Eduardo Galeano

martes, 1 de abril de 2008

San Lorenzo


Espero comprendan este capricho personal, pero hoy el San Lorenzo de mis amores cumple 100 años. Fue el día del 1908 en que el cura Lorenzo Massa accedió a que su nombre figurara en el del club que fundó -Almagro no podía faltar en el nombre por una condición de Federico Monti, el líder de la barra de pibes-. Por el cura, el apodo de cuervos. Un club chico entre los grandes y grande entre los chicos.
Mi amor por el Ciclón tiene fecha: 22 de diciembre de 1971. Por ser hincha del bendito San Lorenzo, tiene que coincidir con una desgracia. Final del Nacional 71. Central 2 - San Lorenzo 1. Perdimos, pero gané. Ese día me enamoré perdidamente del Ciclón y no me defraudó: bicampeón en el 72, campeón nacional en el 74.
Después vino la caída, el descenso, la gloriosa campaña en la B -que sólo para el Ciclón resultó así de gloriosa- llenando todas las canchas, la deshonra de la pérdida del estadio.
La vuelta a primera, mis primeras incursiones a las canchas rosarinas cuando venía. El 6 a 0 a Ñuls que fuimos a ver con el Vermis -según Víctor Hugo, la expresión más perfecta de fútbol que vio en su vida-. Las semifinales de América perdidas con el mismo Ñuls... El canto de la hinchada en derrota que nadie olvidará, con el ritmo de Todavía cantamos: Aquí está la gloriosa hinchada de San Lorenzo, la que no tiene cancha, la que se bancó el descenso y a pesar de los años, los momentos vividos, siempre sigo a tu lado San Lorenzo querido... Los 21 años sin cosecha, la nunca acariciada Libertadores.
Los nudos atragantados siempre, eso es San Lorenzo. El desahogo que nunca llega. Algún que otro festejo y el romanticismo de la hinchada más creativa... La vuelta olímpica del 95 en Central el día de mi cumpleaños. El campeonato del 91 con Pellegrini y los 11 troncos. El del año pasado, con Ramón a quien no quería demasiado, pero trepó un par de escalones.
Tanta es la mufa del Ciclón que identifican a los hinchas con un tarado mercenario que grita en la tele. No voy a hacer la lista de grandes hinchas, me basta con que se me caigan las lágrimas mientras escribo esto.